¡En marcha!
Viernes 15 de Agosto, al fin sale un día soleado y además resulta que era el día en que íbamos a hacer la salida más larga con las bicicletas.
Nos pusimos en marcha a las 10:30 y como siempre por allí: cuesta arriba. Dejamos Armaño y llegamos a Rases. Hasta ese momento todo bien, habían algunas cuestas duras pero asequibles.
Lo malo fue que al llegar a Rases nos encontramos con esas malditas rampas que, aunque pertenecen a caminos de tierra, se hormigonan para que los vehículos tengan tracción. Dicho de otro modo: la cosa empezó a ponerse bastante fea. Aguantamos bastante pero justo en la última rampa antes del cruce de caminos al que habíamos llegado el primer día tanto Beni como yo no pudimos más y tuvimos que rebajarnos a caminar.
En fin, después de eso alguna cuesta más y luego un ligero descenso para descansar. Íbamos buscando un cruce de caminos porque la ruta planificada era una especie de ocho y teníamos que tomar un camino a mano izquierda para después volver al mismo punto por el otro. Pero entonces lo vimos. Estaba allí y no nos dejaba pasar.
El secreto que Ernesto nunca contará a sus padres
Ante nosotros había una manada de vacas pastando y con ellas un macho enorme que nos miraba con cara de pocos amigos. La mala noticia era que el desconfiado animal estaba en la misma orilla de nuestro camino.
Pero antes de continuar hablaré un poco de los padres de Ernesto: se trata de una pareja aficionada al mundo taurino, no se pierden ni una sola corrida de toros de la tele, tienen DVDs de tauromaquia y cuando en Verano comienzan las fiestas patronales disfrutan de "els bous al carrer" (toros sueltos por las calles para quien no lo entienda). En resumen, son unos forofos de la fiesta nacional. Dicho esto sería obvio pensar "pues de tal palo tal astilla" ¿verdad?
Allí estábamos a unos 50 metros del toro, parados, pensando si había alternativa para esquivar a los animalitos no se fueran a molestar. No la había, así que Ernesto caló sus zapatillas en los pedales y se dirigío de forma decidida hacia el morlaco. Épico, si sus padres lo hubieran visto estarían orgullosos de él.
Pero nuestro bovino amigo sintió curiosidad y dio unos pasitos hacia delante quedándose justo en el centro del camino. Fue entonces cuando el heróico desfile de Ernesto se convirtió en una huída despavorida. Tengo que decir que no le vi ni dar la vuelta, debió ser el giro más rápido jamás dado sobre una bicicleta. Giró sobre si mismo mas rápido de lo que alguien lo hubiese hecho sobre un monociclo, de repente, en vez de alejarse se acercaba a mí acelerando. Si en vez de nueve hubiese tenido 18 piños habría llegado hasta el último esprintando. Huelga decir que el animal no se había molestado en seguirle.
Cuando me di cuenta Ernesto estaba casi en el Mediterráneo y Beni estaba frente al toro a unos 15 metros, parado. El bicho seguía con cara de mala hostia pero a Beni, pese a ir vestido de rojo, no le importaba mucho.
Finalmente se cansó de observarnos y se retiró a tres o cuatro metros de nuestro camino. Beni avanzó pasando por su lado y poco después le seguí yo. Me detuve y Ernesto no venía tras de mí. Me di la vuelta y se lo estaba pensando pero finalmente arrancó y menuda estampa ¡le faltaba camino a su derecha para pasar alejado del toro!
En fin, esperemos que sus padres nunca se enteren de esto. De todos modos, llegados a este punto, hay algo evidente que no podemos seguir ocultándo: Ernesto, eres adoptado.
De correlindes a cagalástimas
Seguimos subiendo por rampas muy duras en las que de vez en cuando caminábamos un poco para no perder la costumbre. De lo que no nos habíamos dado cuentas es que la posición del toro era justo la de la intersección que buscábamos y que, al concentrarnos en él, habíamos tomado la rama contraria, la de vuelta. El problema entonces fue que la ruta estaba pensada para subir por donde era más fácil y descender por la mayor inclinación, pero estábamos haciendo lo contrario.
Finalmente llegamos al punto más alto de nuestra ruta y lo celebramos con una foto triunfal digna de nuestra seriedad ante el reto acometido:
Después de eso comenzamos el descenso. Ernesto se escapaba gracias a su habilidad y Beni y yo bajamos más lentamente. Yo bajaba un poco más rápido así que en un momento dado se me ocurrió hacerle una foto en multidisparo.
Apareció entre los arboles con su estilo característico...
daba gusto verle...
su posición retrasada con respecto al sillín para tener más confianza...
pero ¡oye! ¡Que hay que girar! ¡Vamos nene que no vas tan rápido como para hacer un recto!
Bueno que se le va a hacer.
Después de eso seguimos por terreno mayoritariamente descendente hasta la vuelta a casa.
De compras
La tarde la dedicamos a hacer compras en Potes para la familia, etc. La cosa iba llegando a su fin y no nos podíamos olvidar de cumplir con la típica obligación.